QUÉ VER EN LISBOA EN 2 DÍAS

QUÉ VER EN LISBOA EN 2 DÍAS

Azulejos en las paredes, pastelerías en cada esquina y tranvías en pendientes imposibles.

Después de leer este artículo seguro que querrás explorar todos los rincones de esta capital portuguesa, desde el puerto hasta lo más alto de la ciudadela. En Lisboa podrás ponerte en la piel de los nómadas navegantes que llegaban desde lugares remotos para dar la notícia de nuevas tierras descubiertas durante la época dorada de los descubrimientos portugueses… ¡y mucho más!

En este post revelaré las atracciones que no te puedes perder en tu escapada de dos días a Lisboa, la ciudad de las siete colinas, dividiendo la ciudad por zonas y destacando qué ver en cada una.

La Baixa

Empezaremos nuestro tour por Lisboa en la parte más llana, más a nivel del mar, llamada también ‘Baixa’ por los portugueses/as. Es la zona de la ciudad que reconoceremos en el mapa por estar dividida con precisión quirúrgica por diez calles paralelas que dan al mar, es la zona comercial y más turística de Lisboa, pero llena de incentivos.

Empezaremos por la Praça Figueira, una céntrica plaza donde se encuentra el Mercado da Baixa (miércoles y domingo cerrado), donde también podremos sentarnos en alguno de sus bares con terrazas al sol para probar las deliciosas bifanas o cachorros (no, no están vivos), aunque más al oeste encontramos mi favorita, la Praça do Rossio, a la que si entramos desde la mencionada Figueira, nos sorprenderá la fotografía de la plaza con sus árboles y fuentes, su imponente estatua de Pedro IV y, a lo alto, las ruinas del Convento do Carmo, del que hablaremos en su debido momento. Un cuadro que a mí me dejó helado la primera vez que fui.

Si andamos la Rúa Augusta en dirección al mar, pasaremos bajo el grandioso arco de triunfo antes de acceder a la Praça do Comércio, antesala del puerto de Lisboa y con parte de su antiguo embarcadero, Cais das Colunas. Con un helado en la mano, podremos pasear hacia la avenida Ribeira das Naus, para vislumbrar, a lo lejos, el rojizo puente hermano del Golden Gate de San Francisco: el Puente del 25 de abril.

Chiado, Sao Roque y Santa Caterina

Desde la misma Baixa podremos coger el Elevador de Santa Justa: un ascensor impensable, obra de ingeniería de más de un siglo y que aún funciona, que ayudaba a los habitantes del barrio alto a salvar las inclinadas calles. También podremos trepar por las callejuelas de Chiado hasta la Iglesia de Chagas y el Convento do Carmo, las ruinas que vimos desde la Pr. do Rossio. Aquí se trata de perderse por los callejones, esquivando gatos y prendas colgadas al viento, topándonos con graffitis de todo tipo y pendientes imposibles. Si la gente de Lisboa puede andarlas, no te preocupes, tú también.

Más hacia el oeste, en el Barrio Alto o colina de Sao Roque, tendremos que buscar el Funicular de Bica, el tranvía amarillo que es sin duda la imagen de Lisboa y seguramente uno de los lugares más fotografiados de Europa. Al momento de escribir este post dicho tranvía estaba temporalmente cerrado; comprueba si está abierto, ¡antes de sufrir andando cuesta arriba!

La Alfama y Sao Vicente

Una vez de vuelta al centro, volveremos a la Pr. Figueiras para allí coger el tranvía número 12, uno de los que usan sus habitantes y que, cuesta tras cuesta, nos llevará por menos de dos euros entre las callecitas de Lisboa hacia casi la cima de la colina de la Alfama, el casco antiguo de la ciudad. Una vez en lo más alto visitaremos la ciudadela del Castillo de Sao Jorge y sus alrededores. Justo detrás, si aún nos queda algo de aliento, recomiendo subir al Miradouro de Graça, desde el que tendremos unas vistas de la Baixa y las colinas circundantes que nos darán una buena imagen de la orografía de Lisboa.

Al bajar al centro, no podemos omitir una pequeña parada, aunque sea para respirar la brisa del mar y admirar los colores de la ciudad, en los miradores de Portas do Sol y Santa Luzia. El majestuoso monasterio de Sao Vicente de Fora y las agujas de la iglesia de Sao Estevao aparecen en el skyline de Lisboa desde este lugar, con el mar como telón de fondo. Otra parada obligada es la Catedral de Lisboa, del siglo XII, y la iglesia barroca de San Antonio de Lisboa, ambas obras de arte sin par.

Belém

Por último, aunque para mí uno de los más espectaculares, el barrio de Santa Maria de Belém. Para llegar allí cogeremos el tranvía número 15 o el tren, o bien paseando o en bici aunque es un buen trecho, para qué te voy a engañar. Cuando veas un impresionante edificio blanquecino con sus torres que parezca sacado de alguna novela de magos y hechiceras, bájate: es el Mosteiro dos Jerónimos, uno de los lugares más imponentes que he visto en mi viaje a Portugal. Para visitarlo ve con tiempo, cuentan que la colas para entrar son legendarias.

Cruzando la carretera principal y las vías del tren llegamos a un pequeño parque, que es donde terminaremos nuestro recorrido. Aquí deberemos hacer el ejercicio mental de imaginarnos las vistas de la bahía del Tajo desde un barco pirata o de algún otro invasor que quisiera atacar la ciudadela por mar. Desde este navío veríamos como nos llueven cañonazos desde las tres torres, totalmente rodeadas de agua, que defendían Lisboa de los atacantes por mar: una de ellas es la Torre de Belém. Este puesto defensivo del siglo XVI estuvo activo hasta hace poco más de cien años con diferentes propósitos.

La guinda del pastel, nunca mejor dicho, será pasear por el puerto deportivo con un buen Pastel de Belém en mano -marca de la casa-, hasta llegar al Monumento a los Descubrimientos, pues desde aquí mismo zarparon los galeones que se extenderían por el globo y pondrían Portugal en los mapas de todo el mundo. Esta zona es el lugar perfecto para terminar nuestro día en Lisboa, con las mejores puestas de sol que esta ciudad tan especial nos puede regalar.