Podgorica, el museo del brutalismo
Imagina que una ciudad cualquiera tiene que ser construida desde cero y se propone un concurso para ver quién presenta la arquitectura menos apetecible para sus barrios, universidades, hospitales y centros comerciales. Imagina que, con la cómplice impasibilidad de los lugareños, estos diseños ganan, se construyen y se olvidan. Imagina que llegas a esa ciudad y te la venden como la ciudad más fea del mundo, la metrópoli sin alma, por donde no hace falta ni pasar. Eso es Podgorica, la capital de Montenegro.
Sin embargo un servidor, ante el horror de su copiloto, quiso pasar no una sino dos veces por este grandioso laboratorio de la arquitectura brutalista post-soviética. ¿Que por qué? Simple: porque es esa aversión la que atrae, el mismo hecho de carecer de alma por lo inhumano de su arquitectura es lo que le da, paradójicamente, tanta personalidad. En este artículo os hablaré solo de algunos de los edificios más escandalosos de Podgorica, porque si quisiera hablar de todos no me dejarían. Camaradas nómadas del mundo, acompañadme en este viaje al centro de la tierra, un tour al museo del brutalismo más grande del mundo: la ciudad de Podgorica.
La Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús
No se me ocurrió un lugar mejor para empezar mi tour por el brutalismo montenegrino que una iglesia, ¿quién lo hubiera dicho? Un estilo arquitectónico que parece encargado por el mismísimo Satanás, como bien lo promulgaba Vicisitud y Sordidez, que sea la materialización en el plano terrenal de la casa del Señor. La iglesia en cuestión es desde 1969 un cubo de hormigón como semienterrado, junto a ella hay un monolito altísimo a lo Odisea en el Espacio que hace las veces de campanario y, sobre el techo de la iglesia, un gran triángulo de piedra del que, en un primer vistazo, no supimos descifrar su función.
El interior, con las paredes sin pintar, claro, alberga el lugar de recogimiento -o sufrimiento- de los feligreses: algunas imágenes cuelgan como pueden junto a los bancos y un humilde altar sostiene el atril y poco más. Para nuestra sorpresa una luz celestial iluminaba todo aquello, era el triángulo del techo que actuaba como claraboya: mirar hacia arriba era parecido a lo que debe de ver alguien que está a punto de ser abducido. Al salir a tomar aire nos sentamos en los bancos: unos surcos literalmente excavados en la pared, años antes de que la palabra ergonomía se pusiera de moda.
La Universidad de Montenegro
El complejo de edificios de la Universidad de Montenegro se levanta como apto competidor al estilo brutalista de la Biblioteca Nacional de la Universidad de Kosovo, en Pristina. La universidad es la mayor del país, como habrás podido imaginar, y su estilo es, bueno, simplista. De lejos parece una fábrica cementera; de cerca, la entrada principal a la sede de alguna marca de coches americana de los años sesenta.
Lo más llamativo de la universidad es, sin embargo, su residencia de estudiantes. Este mejunje de escaleras de caracol semi descubiertas y paredes grisáceas en su gran parte sin ventanas es lo que en España reconoceríamos como los edificios de protección oficial de años atrás. Pero es que no termina aquí, Milan Popović tuvo la gran idea de darle algo de vida a la resi pintando los balcones… ¡de rosa! Una demencia fantástica al más puro estilo soviético.
El edificio de la radio-televisión de Montenegro
Déjame hablarte ahora de uno de los edificios más imponentes de Podgorica, la sede de la emisora de radio y televisión nacional. El edificio, como buen icono brutalista, muchas ventanas no tiene. Solo se puede llegar por un pequeño parque con árboles altos y cuando sales de él ya es demasiado tarde: unas escalinatas que aguantan como pueden te suben hasta una plaza castigada por el sol de los Balcanes en agosto y enfrente, sin piedad, el ingente edificio RTCG, como preguntándote qué diablos haces ahí.
Para explicarlo sin fotos imagina cualquier edifico cyberpunk de Blade Runner pero cuando ya ha pasado mucho, mucho tiempo, después de que los humanos hayan abandonado la Tierra. Por la sensación que da al acercarse bien podría ser la sede de alguna comisión militar interestelar con mucho secretismo, pues da toda la pinta de que, una vez dentro, será realmente difícil salir.
Blok 5
Sigamos el camino del Señor hacia el hogar de su rebaño: los distritos residenciales. En el otro extremo de la ciudad de Podgorica se encuentra el barrio dormitorio Blok 5, un conglomerado de zonas verdes, edificios, rincones y párquines diseñados para ser un espacio de comunidad para el montenegrino y su familia. La estrella: 13 bloques (ni 12 ni 14, amigo) construidos como si fueran el Jenga más peligroso del planeta, edificios que según Mileta Bojović, el padre de Blok 5, tienen la intención de parecer dinámicos, como que van a saltar de un momento a otro, palabras textuales.
Para los ojos del europeo occidental que no entiende la belleza si no nos la dan en el nombre de Gaudí, el resultado de esta idea lo describo como sobrecogedor y fascinante al mismo tiempo. Es como si a los edificios de 16 pisos les hubieran salido pústulas del tamaño de tres balcones. A mí me encantó. Aparte de transportarnos 50 años atrás en el tiempo, Blok 5 se erige aún como un símbolo del estilo modernista soviético en los Balcanes, un ejemplo en cuanto a resistencia a terremotos y la zona verde más extensa de Podgorica.
¡Nos vemos por las calles y avenidas de Podgorica!
Nómada incansable, amante de las mochilas de más de 40 litros. Geek de la geopolítica, las relaciones humanas y otros territorios en conflicto. Apasionado cuentacuentos, razón aquí.