Si mi abuela tuviera ruedas, sería una bicicleta y esto solo puede significar que yo debo ser un rengífero. Un reno, vamos. Y os aseguro que nada voluntariamente. Sin embargo, a lo largo de mi vida y como la mayoría (quien diga lo contrario o miente o no lo sabe), he sido coronado como rey del bosque en alguna ocasión.

La primera vez me molestó mucho y mi segunda novia, tan alegre como la anterior, solo provocó con la situación un cierto alivio. No había quien la aguantara, así que lejos de causar en mi un trauma, terminó subiendo mi autoestima. Al fin y al cabo, soy demasiado genial para los mundanales gustos de alguna.

En todo caso, tampoco está de más conocer si vamos a caber por la siguiente puerta o le estamos pagando la escuela al hijo del butanero. Para averiguarlo, cuento con el mejor experto. He podido seguir las aventuras de David King, uno de los mejores detectives privados de UK y leer en varias de sus entrevistas 4 síntomas básicos para salir de dudas. Lo mejor: tengo ejemplos para todos.

1. Cambios de comportamiento.

Hace unos años la novia de un amigo a la que, para no dar nombres llamaré «la chica rubia de las muchas bicis», decidió cambiar sus inseparables cervecitas y tapitas por el noble deporte de la bicicleta de montaña. Primero se compró una en la tienda del pueblo. Como enseguida se le quedaba corta y por muchas mejoras, seguía teniendo –«Un cuadro poco adaptado a lo que necesito», adquirió otra mejor que continuó tuneando incansable. Meses después, la cambiaría por una bici de carretera de alta gama, pues le apetecía probar otra especialidad. De la cerveza ni se acordaba, de mi amigo tampoco. Hoy tiene dos niñas con el dueño de la tienda de bicis del pueblo. ¡Ojito con los cambios, chicos y chicas!

2. Uso sospechoso del teléfono móvil.

Se metía en el baño y no paraban de sonar WhatsApps a cascoporro. Cuando salía, siempre decía -«¡Caray, cómo está la prensa hoy!» Muy intrigante, pero mi amiga no le daba importancia pensando que se trataba de un grupo de «esos de chicos». Y efectivamente, chico había por medio. El mismo que se largó con su novio a otra ciudad. Si ves que lo esconde, se va a consultarlo y sobre todo, vuelve de mucho mejor humor, échate a temblar. 

3. Ira inesperada.

Una compañera de trabajo con la que tenía bastante confianza, me contaba durante los frecuentes viajes que compartíamos, que el carácter de su marido estaba cambiando. Nunca habían discutido en 10 años de matrimonio y ahora todo parecía un desastre sin razón aparente. Unos meses más tarde, cuando mi compañera le preguntó si quería algo más después del desayuno, fríamente el señor le dijo -«Si, el divorcio». Estaba liado con una alumna también casada de su academia de artes marciales. No comments.

4. Muchas razones para no estar en casa.

Estando todavía en el colegio, me inicié en la insana afición del cigarrito. Como no podía fumar en casa, cualquier excusa era buena para salir. -«Mamá, tengo que ir al kiosko» -«Mamá, necesito darle una cosa a un amigo». Mamá me siguió un día y me pilló fumándome un Fortuna tan ricamente en la esquina. Esto no es exactamente un ejemplo de cuernos, pero espero que valga para darte cuenta de que cuando razones extrañas para no ver la tele en el sofá comienzan a sucederse, mejor pensar en lo peor.

Por cierto, si creemos lo que comenta este tal David King, en caso de ser mujer, estás de «suerte». Según él, la certeza de la intuición femenina tiene un ratio de aciertos del 80% en estos casos. De la masculina, directamente se reía.

He comenzado la entrada hablando de mi abuela y ya que estoy, la terminaré con una frase que un día me dijo abuelo y todavía no me quito de la cabeza: –«Los hijos de tus hijas, nietos tuyos son, los hijos de tus hijos, lo son o no lo son»…tres hijos tuvo y seis nietos. Tela.